Toxicidad
reproductiva
Al igual que el resto de sistemas de un organismo, el
sistema reproductor puede verse afectado por los tóxicos. La toxicidad sobre el
aparato reproductor afecta a la descendencia, ejerciendo su acción sobre toda
la población y sobre la futura viabilidad de la misma, al producir un descenso
en la fertilidad y en la fecundación.
Son muchos los tóxicos que ejercen su acción sobre el
sistema reproductor de los animales. Los primeros indicios de la toxicidad del DDT se observaron en el sistema
reproductor de gaviotas y otros animales salvajes. Los insecticidas
organoclorados afectan a la reproducción de peces en el Báltico y el Mar del
Norte, efecto que también se ha observado en las focas de la misma zona.
A los efectos directos que se ejercen sobre el sistema
reproductor hay que añadir los que se producen como consecuencia de la
alteración del sistema endocrino causado por los disruptores o
interruptores endocrinos. Entre estos productos tenemos los insecticidas
organoclorados, las dioxinas, los pesticidas carbamatos, triazinas y
piretroides, los metales pesados y los compuestos organobromados.
La acción de un tóxico sobre el sistema reproductor puede
ser a nivel del proceso de reproducción (afectando también a las gónadas) o a nivel de
la fecundación. Además, también se pueden incluir alteraciones en el
comportamiento sexual como la disminución de la libido, impotencia,
infertilidad, interrupción del embarazo (incluyendo aborto, muerte fetal o
parto prematuro), muerte infantil, nacimientos múltiples, alteración de la
distribución de sexos, anormalidades cromosómicas, defectos de nacimiento, cáncer
infantil, etc.
Los efectos se pueden manifestar desde el nivel molecular al
nivel poblacional, incluyendo los distintos niveles intermedios que aparecen en
los seres vivos, como se puede observar en las alteraciones que afectan a las
puestas y los huevos, las modificaciones en los comportamientos de cortejo o
los cambios en el desarrollo sexual.
Además el sistema reproductor también puede verse
indirectamente afectado por los daños que sufren otros sistemas o porque el
control de su funcionamiento se vea modificado, como ocurre cuando disruptores
del sistema endocrino afectan al desarrollo sexual y la supervivencia de los
animales.
El descenso de las poblaciones de focas del Mar Báltico
debido a la dificultad de las hembras para reproducirse, incluso después de detener la
caza de estos animales, se debe a que muchas de ellas son estériles por daños
en la pared uterina, además de presentar alteraciones metabólicas,
inmunosupresión y desequilibrio hormonal. Aunque la causa no se ha establecido
de manera clara, se relaciona con la alta concentración de compuestos
organohalogenados y las posibles acciones sinérgicas que pueden tener con otros
productos.
El sistema reproductor tiene la función de perpetuar de la
especie y el mantenimiento de una especie depende de la integridad de su
aparato reproductor. Sin embargo, el aparato
reproductor no solo produce las células germinales sino que
presenta también una función endocrina, relacionada con la reproducción, que
afecta a otros órganos; en muchos organismos vivos la reproducción y la
producción de gametos dependen de control hormonal.
A nivel celular, son las células germinales quienes
transmiten la información a los descendientes, y su contenido genético programa la
diferenciación celular, la organogénesis y su control. Por tanto, también se
pueden incluir en la toxicidad reproductiva los daños que sufren estas células
ya que a pesar de que pudieran no manifestar efectos o problemas en el
individuo si lo pueden hacer en su descendencia.
Incluso en condiciones fisiológicas normales, la reproducción es un proceso difícil y poco frecuente. En el ser humano, se estima que más del 33% de los embriones tempranos fallece y alrededor del 15% de los embarazos conocidos termina en aborto espontáneo. Entre los fetos supervivientes, casi el 3% tiene defectos al nacer vinculados con el desarrollo (no siempre anatómicos) y, al crecer, se detectan defectos con casi el doble de esa frecuencia. Si a esto se añade el efecto de los tóxicos y sus consecuencias, se puede comprender la importancia de conocer la toxicidad sobre el aparato.
Las distintas estructuras implicadas y todo lo que sucede
durante la reproducción son dianas para los productos tóxicos, siendo los efectos muy
diversos en los distintos grupos de organismos. En los seres vivos y en función
de la especie, existen diversas formas de determinar el sexo del individuo,
dependiendo en algunos casos de un gen específico, en otros de la relación
entre los cromosomas sexuales y autosómicos, etc. En el caso de mamíferos, concretamente
el ser humano, el programa de desarrollo por defecto lleva a la formación de
gónadas femeninas y es la expresión de un gen que se encuentra en el cromosoma
Y lo que determina el desarrollo del testículo, que posteriormente producirá el
factor inhibidor del conducto de Müller (MIF) y la testosterona para completar
la diferenciación masculina. Durante las primeras etapas del desarrollo fetal
se requiere la presencia de testosterona para la formación de los conductos
genitales y de los genitales externos masculinos. Toda sustancia que modifique el metabolismo o la función de la testosterona
puede afectar al desarrollo de la diferenciación sexual del embrión. De esta
forma, fallos en la síntesis de la hormona, los receptores o la interferencia
en su interacción hacen que se desarrollen gónadas anormales o que se produzcan
diferentes malformaciones.
A nivel funcional, los testículos secretan esteroides
sexuaIes masculinos, entre ellos testosterona y dihidrotestosterona, y pequeñas cantidades de
estrógenos. Por su parte, los ovarios secretan cantidades variables de
estrógenos y progesterona según el momento del ciclo sexual, siendo el
estradiol el principal estrógeno en casi todas las especies de mamíferos. En
ambos casos la producción se encuentra bajo control hormonal del eje
hipotálamo-hipófisis existiendo un proceso de retroalimentación. Este sistema
hipotalámico-hipofisario-gonadal se encuentra muy controlado y puede verse
alterado por diferentes sustancias químicas en distintos puntos. Por lo tanto,
los agentes gonadotóxicos pueden tener su lugar de actuación en los procesos
neuroendocrinos del cerebro o sobre la gónada. Además, es posible que tóxicos
que alteran la producción o modifican la biotransformación hepática o renal del
esteroide sexual endógeno interfieran también con el sistema de
retroalimentación hipofisario.
En los mamíferos existen reguladores locales que incluyen
factores del crecimiento, péptidos, neuropéptidos y esteroides, que afectan
también a otros tipos celulares y aumentan el número de dianas potenciales para
las distintas sustancias químicas del ambiente. Por ejemplo, se ha observado
que agentes que pueden afectar a la espermatogénesis, la oogénesis o la
esteroidogénesis también suelen producir alteraciones en leucocitos y factores
reguladores producidos por las células del sistema inmune.
La espermatogénesis y la oogénesis son los procesos que dan
lugar a espermatozoides y óvulos respectivamente. En ambos casos se produce una
división que reduce el contenido genético a la mitad, la meiosis. Este tipo de
división implica procesos de recombinación génica, que se pueden ver afectados
por la presencia de productos químicos.
La producción de los gametos da paso a la segunda parte del
proceso reproductivo, la fecundación e inicio del desarrollo de un nuevo
individuo. La entrada del espermatozoide en el óvulo y la combinación de los
núcleos conforman el proceso de fecundación. Según la especie, el proceso varia
siendo el caso mejor conocido el de los vertebrados y, concretamente, mamíferos.
La entrada del espermatozoide en el núcleo solo requiere de unos minutos
mientras que el tiempo requerido hasta la primera división regularmente es de
alrededor de doce horas en animales de laboratorio. A partir de esa célula
fecundada única, el cigoto, las células van a proliferar y diferenciarse hasta
dar un individuo entero con millones de células y una gran variedad de tipos
celulares.
El acceso de los productos químicos a las estructuras del
aparato reproductor, principalmente las gónadas, se realiza normalmente a
través de la irrigación sanguínea. En el caso de la mujer no parece haber
ningún tipo de barrera que impida el acceso de los productos químicos a los
ovarios pero en los testículos, sin embargo, si existe una barrera
hemato-testicular situada entre la luz de un capilar intersticial y la de un
túbulo seminífero. Las sustancias de bajo peso molecular, como el agua o la
urea, cruzan con facilidad la barrera hemato-testicular; obstaculizándose el
paso de las sustancias más grandes, como la inulina. El paso de las sustancias
a través de la barrera viene determinado tanto por las propiedades químicas y
físicas de las sustancias, como la liposolubilidad o la ionización, como por la
integridad de la barrera.
Una vez que la sustancia potencialmente tóxica alcanza las
gónadas, puede ser metabolizada y, como ocurre en otros sistemas y órganos,
tanto el compuesto original como sus metabolitos pueden actuar de manera
adversa. El mecanismo de toxicidad, por tanto, muestra mucha variabilidad
pudiendo afectar tanto a nivel estructural como funcional a las células de las
gónadas. Sin embargo, aunque no son tan efectivos como en el hígado, hay
mecanismos de detoxificación como oxidasas de función mixta o enzimas que
desintegran epóxidos.
Existen distintas clases de agentes tóxicos que pueden
afectar al aparato reproductor. Algunos de estos compuestos actúan sobre el
componente neural del sistema endocrino, mientras que otros lo hacen de manera
directa sobre la gónada. Al mismo tiempo, las diferentes poblaciones celulares
de los testículos de mamíferos muestran umbrales ligeramente distintos de
sensibilidad a cada uno de ellos. Así, las células germinales son las más
sensibles, las células de Sertoli muestran una sensibilidad intermedia y las
células de Leydig presentan la resistencia más alta a los tóxicos ambientales.
La amplia variedad de tóxicos ambientales que actúan sobre
el aparato reproductor añade más dificultad a la hora de intentar valorar su
toxicidad para la reproducción. No solo hay una gran diversidad en las
propiedades químicas de los tóxicos, sino que también presentan lugares y
mecanismos de acción muy variables. A esto hay que añadir que la valoración de
los procesos reproductivos en hembras de mamífero es mucho más compleja que en
el caso de los machos.
Los procesos reproductivos femeninos incluyen oogénesis,
ovulación, desarrollo de receptividad sexual, coito, transporte de gametos y de
cigoto, fecundación e implantación del cigoto. Todos estos procesos son dianas
potenciales de acción. Aunque algunas agencias reguladoras han adoptado pruebas
toxicológicas estándar para fármacos, aditivos para alimentos y plaguicidas,
los criterios para catalogar sustancias con potencial tóxico reproductor son
muy difíciles de establecer.
Entre los efectos que los tóxicos ambientales producen en
las células de las gónadas está el daño al DNA, cuya capacidad de reparación
varía según la especie y, además, depende de la dosis y del tiempo de
exposición. Los mecanismos de reparación del DNA proporcionan cierta protección
pero la capacidad de reparar el daño sufrido por las células que darán los
gametos varía según el momento de la gametogénesis. Por ejemplo, mientras los
oocitos maduros mantienen su capacidad para reparar DNA esto no ocurre con los
espermatozoides maduros, aunque esta capacidad de los oocitos disminuye en el
momento de la maduración meiótica.
En el caso de los disruptores endocrinos, también conocidos
como estrógenos ambientales o xenoestrógenos, se ha descrito que ocasionan
alteraciones en la función tiroidea de aves y peces, descenso de la fecundidad
en aves, peces, artrópodos y otros animales o desmasculinización y
desfeminización en peces, gastrópodos y aves. En la actualidad se desconoce la
extensión de los efectos que estas sustancias químicas pueden llegar a
producir.
Los mecanismos implicados son diversos. Por ejemplo, el TBT
(tributilo de estaño o tributilin) provoca una situación denominada imposex
en moluscos, donde las hembras desarrollan características masculinas que
pueden llevar a la esterilidad de la hembra mientras que el DDE
(2,2 – (clorofenil) – 1,1 dicloroetileno) provoca un adelgazamiento de la
cáscara del huevo de tal forma que es más susceptible a la rotura.
El hígado y los riñones tienen sistemas enzimáticos que
afectan la vida media biológica de esteroides y otras hormonas, por lo que se puede
esperar que los xenobióticos que interfieren con procesos excretores alteren a
su vez el sistema endocrino. Por ejemplo, los plaguicidas organofosfatos y
organoclorados pueden inducir varias hidroxilasas esteroides. Estas reacciones
de hidroxilación es posible que hagan más polares a los esteroides endógenos y,
por lo tanto, se excreten con mayor facilidad por los riñones.
Existen otros muchos compuestos que tienen toxicidad sobre
el aparato reproductor a muy diversos niveles. El dietilhexilftalato y otros
plastificantes pueden influir de manera adversa sobre la espermatogénesis. La
epiclorohidrina, un electrófilo muy reactivo que se utiliza en la elaboración
de glicerol y resinas epoxi, produce lesiones metabólicas de los
espermatozoides.
El tri-o-cresil fosfato, una sustancia química industrial
utilizada como plastificante en lacas y barnices, disminuye la motilidad de los
espermatozoides en el epidídimo y la densidad de los mismos. El 2-meloxielanol,
un solvente industrial, es tóxico para el aparato reproductor tanto masculino
como femenino. La toxicidad en el testículo se debe a un metabolito, el ácido
2- metoxiacético, producido por la acción de alcohol y aldehido
deshidrogenasas. Todas las etapas del desarrollo de espermatocitos, y algunas
etapas del desarrollo de espermátidas pueden quedar afectadas.
El DBCP
(dibromocloropropano) un plaguicida, actualmente prohibido, causa
infertilidad en el hombre al actuar sobre las células de Sertolí e inhibir el
metabolismo de carbohidratos de los espermatozoides en el paso de la NADH
deshidrogenasa en la cadena de transporte de electrones mitocondrial. Las células
de Sertoli también parecen ser un blanco primario para los efectos tóxicos del dinitrobenceno,
el mono - (2 etilexil) ftalato, y el dinitrotolueno.
La mayor parte de los seres humanos se expone a un gran
número de sustancias químicas que pueden ser peligrosas para su capacidad
reproductiva. Muchas de ellas se han identificado como peligrosas en estudios
en animales de laboratorio, aunque la extrapolación es inexacta, si se ha
demostrado su efecto nocivo en estudios poblacionales. La lista incluye
fármacos, en especial hormonas esteroides y quimioterápicos, metales y
oligoelementos, plaguicidas, aditivos para alimentos y contaminantes de estos
últimos, sustancias químicas industriales y productos de consumo.
Actualmente, la infertilidad es un problema social que
genera cada vez más preocupación en los países industrializados y apoya una
inversión en la evaluación de las distintas sustancias y su potencial peligro.
Si una población se expone a una sustancia química, o si el uso de cierta sustancia
química supone una preocupación, pueden utilizarse estudios epidemiológicos
para identificar posibles efectos sobre la reproducción. Estos estudios
necesitan una recolección retrospectiva o prospectiva de datos potente, un
tamaño de muestra adecuado y un nivel y magnitud de importancia del efecto. Por
lo tanto, la epidemiología adquiere una especial relevancia para establecer las
relaciones de causa-efecto entre la exposición a determinados productos y los
efectos sobre el aparato reproductor ya que se encuentra íntimamente ligada a la
valoración del riesgo. Así, la vigilancia de la exposición de individuos a tóxicos
industriales y ambientales ayuda a establecer condiciones más seguras para la
manipulación de dichos
productos.
Toxicidad
respiratoria
El papel principal del sistema respiratorio es el
intercambio de gases, de tal forma que en los organismos terrestres el oxígeno
pasa en dirección a la sangre mientras que el dióxido de carbono se elimina
hacia la atmósfera y en los acuáticos el intercambio se produce entre el agua y
las branquias. Como ocurre con otros sistemas, se conoce mejor el efecto que
tienen los tóxicos en los mamíferos. Los daños que se pueden producir son
variados, incluyendo irritación pulmonar, asma, bronquitis, enfisema,
alveolitis alérgica, cáncer de pulmón, fibrosis, etc. Además, cuando un
organismo no es capaz de captar oxígeno emplea rutas anaeróbicas que
proporcionan menos de la décima parte de la energía que se obtiene en las rutas
aerobias con lo que eso conlleva.
El sistema respiratorio tiene otras funciones como
participar en el equilibrio ácido-base, en la defensa frente a patógenos y en
la producción del habla. Por tanto, los efectos de los tóxicos que afectan al
sistema respiratorio pueden manifestarse de muy diversas maneras.
El intercambio de gases entre la atmósfera y la sangre se
produce en los alvéolos, que son estructuras formadas por cuatro tipos de
células:
- células epiteliales alveolares: responsables del
intercambio de gases
- células endoteliales: tienen función protectora
- células alveolares grandes: realizan procesos oxidativos y
de síntesis que protegen
los pulmones frente a materiales orgánicos e inorgánicos
- macrófagos alveolares: participan en los procesos
oxidativos y de síntesis que protegen los pulmones frente a materiales
orgánicos e inorgánicos y eliminan
microorganismos y partículas por fagocitosis
En los animales pulmonados, el intercambio de gases se
produce en los pulmones por medio de un proceso de ventilación que intercambia
el aire entre los pulmones y la atmósfera. El transporte de oxígeno hasta los
alvéolos, sin embargo, solo es uno de los pasos de la oxigenación de la sangre
ya que el oxígeno es insoluble en la sangre y necesita la presencia de glóbulos
rojos para alcanzar los tejidos y órganos.
Debido a su conexión con el exterior, el tracto respiratorio
es uno de los puntos de entrada principales para los contaminantes aéreos por
lo que los seres vivos han desarrollado mecanismos que impiden el paso de
tóxicos o mitigan el daño que puede producir, entre los que se incluyen la
filtración, la inactivación y la eliminación de los posibles contaminantes.
A través de los pulmones entran dos tipos de sustancias:
partículas y gases. Las partículas tienen mayor tamaño que los gases y se
encuentran en suspensión, a diferencia de lo que ocurre con los gases que
aparecen disueltos. Esto tiene gran importancia ya que determina hasta dónde
puede llegar el tóxico y cómo se va a eliminar. Así, un gas que sea soluble en
agua puede inhalarse con el aire pero al mismo tiempo puede disolverse en el material
acuoso de las zonas superiores del sistema y no llegar hasta el pulmón. Esto,
en cambio, no ocurriría con un gas insoluble que llegaría a las vías
respiratorias inferiores.
El aire con partículas es una mezcla heterogénea de tamaños
y formas y distribución no uniforme, a diferencia de lo que ocurre por ejemplo con el
oxígeno o el nitrógeno. El tamaño de las partículas es importante porque
determina hasta que profundidad del sistema respiratorio pueden llegar, de tal
forma que las que superan las cinco micras no suelen pasar de las vías superiores
mientras que las que están entre una y cinco micras llegan a la tráquea, donde
el aire se mueve lentamente y van depositándose en las paredes. Las menores de
una micra alcanzan los alvéolos.
En la respiración, el aire que entra se calienta y humedece
en la nariz y la zona superior de la garganta conforme se mueve hacia los
pulmones, lo mismo que las partículas que transporta. Para eliminar esas
partículas intervienen mecanismos de filtración. Los pelos que se encuentran a
la entrada de la nariz eliminan las partículas de gran tamaño mientras que las
de menor tamaño, como el polvo, el carbón o el polen, se lavan con ayuda del
moco. Cuando el aire llega a la zona traqueobronquial, la contracción de los
músculos reduce el lumen de los bronquios, ayudando a que las partículas de más
de cinco micras queden atrapadas y se eliminen. Esto, sin embargo, también
produce estrés respiratorio. En la traquea es fundamental el papel de los
cilios, que actúan como cepillos para eliminar agentes externos atrapando las partículas
y, por medio de un movimiento de batido, las dirigen hacia las zonas superiores
donde se pueden eliminar junto con el moco por la tos. Por su parte, las
partículas menores de una micra pueden llegar hasta los alvéolos, donde los
macrófagos las eliminan. Además de estos mecanismos principales existen otros
mecanismos adicionales, como células que producen enzimas para la biotransformación y la inactivación
de tóxicos o células productoras de anticuerpos.
Algunos tóxicos, como los contenidos en el humo del tabaco,
son dañinos tanto por el efecto directo que producen como por el efecto
indirecto que tienen al disminuir la capacidad de los mecanismos de defensa,
como por ejemplo afectando la viscosidad del moco o inhibiendo la acción de los
cilios.
La toxicidad aguda pulmonar puede ser diversa. Algunos
tóxicos solo producen irritación, caracterizada por la tos y un incremento en
la secreción de moco. A menudo los irritantes también producen la contracción
del músculo liso de los bronquiolos produciendo broncoconstricción, que puede
verse acompañada de hinchazón. El resultado es un estrechamiento de las vías
respiratorias y, por tanto, una menor disposición de aire.
La bronquitis es una inflamación de las principales vías
aéreas hacia los pulmones, comenzando en la nariz y extendiéndose a través de los
bronquiolos. La bronquitis aguda puede producirse por la inhalación de
sustancias irritantes, como el humo, el polvo o productos químicos, pero
también debido a la alergia.
Otro efecto, a veces más severo, es la inflamación en la
zona de los pulmones por un daño que hace que los vasos sanguíneos que rodean
los pulmones aumenten su permeabilidad y se congreguen células inmunes en la
zona. La salida del líquido desde los vasos hace que se vaya hacia los
pulmones, produciendo un edema pulmonar incrementando el trabajo para la respiración
ya que constituye una barrera para el paso de gases a través de la membrana del
alvéolo. En casos extremos, puede producir asfixia.
El edema se debe a una pérdida de la permeabilidad celular o
un incremento en la presión pulmonar, por lo que cualquier tóxico que afecte a
estos parámetros puede provocarlo.
Finalmente, existen tóxicos que producen necrosis o activan
la apoptosis originando un daño celular. El ozono, por ejemplo, es un oxidante
muy fuerte que produce necrosis celular y edema pulmonar. La pérdida de células
también afecta a la función respiratoria.
La exposición crónica, por su parte, origina daños similares
pero de manera más lenta. Al igual que ocurre en el resto de sistemas y
órganos, el cáncer en el sistema respiratorio es un efecto a largo plazo de
muchos productos tóxicos. Por ejemplo, el humo del tabaco es un agente cancerígeno
que no solo afecta a los individuos que fuman sino que también puede tener efecto
sobre los individuos expuestos repetidamente al mismo.
La exposición continuada a un tóxico puede producir procesos
de obstrucción pulmonar o disminución de la eficiencia pulmonar. El asma, por
ejemplo, se puede originar ante el contacto continuo con distintos tóxicos.
Otro efecto es la hipersensibilidad que se traduce en neumonitis y se
manifiesta como disnea, fiebre y resfriados. La exposición a irritantes puede
producir una respuesta inmune en las vías inferiores, que al cabo de los años
puede dar lugar a una fibrosis.
La bronquitis crónica se desarrolla generalmente de manera
lenta, dándose aproximadamente cuatro veces más a menudo en hombres que en
mujeres y más entre residentes urbanos frente a residentes rurales. El síntoma
más significativo es la tos crónica, con o sin moco, que puede ser intermitente
o constante.
Cuando la exposición crónica da lugar a un enfisema, los
bronquiolos y los sacos aéreos se encuentran hipertrofiados y pierden
elasticidad, de tal manera que el aire entra en el sistema fácilmente pero no
puede salir de igual manera por el estrecho diámetro de los bronquiolos. El individuo
puede inspirar pero no espirar de manera eficiente, por lo que la mayor parte
del aire inspirado permanece en los pulmones. La presión se incrementa en los
alvéolos produciendo que se rompa la pared de las células, dando lugar a que
varios espacios se comuniquen entre sí y se reduzca el área donde se produce el
intercambio gaseoso. Este estado puede verse agravado por la secreción de moco
que obstruya los bronquiolos, de tal forma que el individuo incrementa su
frecuencia respiratoria para compensar dando lugar a un sobreesfuerzo cardiaco
que puede llevar a fatales consecuencias. Entre los tóxicos que producen este
efecto encontramos el
ozono, el óxido nitroso, el anhídrido sulfuroso y el
tabaquismo.
También se ha estudiado la respuesta respiratoria en peces e
invertebrados. Las respuestas agudas, al ser rápidas, son útiles en la
identificación de eventos contaminantes a corto plazo. Se miden varios
parámetros, como la frecuencia de ventilación, el volumen de intercambio, etc. Las
tasas de consumo de oxígeno muestran una relación clara de dosis-respuesta en
muchos organismos expuestos a químicos y se pueden usar como sustitutos de la
tasa metabólica.
Muchos estudios epidemiológicos y en animales han demostrado
que los contaminantes aéreos se encuentran comúnmente en el medio ambiente urbano
en concentraciones lo suficientemente altas para tener efectos adversos en los
pulmones. Durante las últimas cinco décadas, la bronquitis crónica, el enfisema
y el cáncer de pulmón se han convertido en problemas importantes de salud
pública en los países industrializados.
Todo esto hace necesario conocer los potenciales efectos de
aquellos productos que emitimos a la atmósfera, ya que en caso contrario el
número de afectados aumentará.
Efectos en el
comportamiento
Los efectos de la contaminación sobre el comportamiento son
muy variados, ya que pueden verse afectados múltiples sistemas que influyen en
el comportamiento del individuo. La mayor parte de los estudios en animales se
han dirigido a analizar variaciones en la adquisición de recursos, donde un
desequilibrio en la vigilancia lleva a un incremento en la vulnerabilidad frente
a los predadores y, por tanto, a un aumento en la tasa de mortalidad. Por otro
lado, los cambios en la capacidad de búsqueda de recursos llevan a que se
produzca una menor captación de los mismos y, por tanto, a un descenso en la
productividad del grupo.
Incluso niveles pequeños de contaminantes pueden tener
importantes consecuencias. En poblaciones humanas con unos niveles de ciertos
contaminantes muy por debajo del máximo permitido en la legislación, pero de
olor desagradable, se han comprobado importantes alteraciones del
comportamiento y una gran disminución de la calidad de vida.
La búsqueda de recursos depende de varias cosas. Los efectos
de los tóxicos sobre el apetito lleva a que el animal deje de alimentarse. En
los predadores, la tasa de obtención de presas depende de muchos factores,
incluyendo la estrategia de búsqueda, el aprendizaje y los sistemas
sensoriales. Los contaminantes ambientales pueden afectar a estos parámetros y
a otros que, indirectamente, hacen que el organismo tenga más difícil obtener
recursos de su entorno. Los insecticidas neurotóxicos, por ejemplo, pueden
afectar la búsqueda de alimentos de las abejas al alterar su capacidad de
volver a la colmena y a su capacidad de bailar, que usan para comunicarse.
Los insecticidas neurotóxicos afectan al baile de las
abejas, y por tanto, a su supervivencia
La disminución en los niveles de acetilcolinesterasa puede
producir una gran variedad de cambios en el comportamiento. En las lombrices de
tierra Pheretima posthuma su
capacidad de cavar en el suelo disminuye ante la exposición a carbamatos,
haciéndolas más vulnerables.
En el caso de vertebrados, se ha observado que su capacidad
de coordinación se modifica dependiendo del grado de inhibición que se
produzca.
Extrapolar los estudios en el laboratorio a lo que ocurre en
el campo es difícil debido a que los animales puedan detectar y evitar ciertos
tóxicos en la dieta. Por otro lado, pueden compensar su acción retirándose a
lugares seguros hasta que pasa el efecto. Sin embargo, es evidente que hay una
influencia de muchos tóxicos sobre el comportamiento de los animales que afecta
a su capacidad de supervivencia y reproducción pero que dependen en gran medida
de las dosis recibidas y el tiempo de exposición.
Curso de Salud pública y contaminación:
http://cuvsi.blogspot.com.es/2012/08/curso-de-salup-publlica-y-contaminacion.html
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